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Un mensaje con sabor a Evangelio
Beato Padre Marianito

Beato Padre Marianito

Por Gustavo Vélez m.x.y.

Palabras del Papa

«Seguidor fiel de Jesucristo, en el ejercicio abnegado del ministerio sacerdotal, fue el beato Marianito de Jesús Euse Hoyos. Desde su íntima experiencia de Dios, se comprometió incansablemente en la evangelización de niños y adultos, especialmente de los campesinos. No ahorró sacrificios ni penalidades, entregándose durante casi cincuenta años en la modesta parroquia de Angostura, en Antioquia, a la gloria de Dios y al bien de las almas que le fueron encomendadas.

Que su luminoso testimonio de caridad, servicio, solidaridad y perdón sirvan de ejemplo en Colombia y también sea una valiosa ayuda para seguir trabajando por la paz y la reconciliación total en ese amado país. Si el 9 de abril de hace cincuenta y dos años marcó el inicio de violencias y conflictos, que por desgracia duran aún, que este día del año del gran jubileo señale el comienzo de una etapa, en la que todos los colombianos construyan juntos la nueva Colombia.

Quisiera que la figura radiante del beato Marianito apareciera a los ojos de toda la sociedad colombiana como un don de paz. Colombia alcanzará la paz si respeta siempre y en todas partes el sagrado e inviolable derecho a la vida. La paz, don de Dios, es también tarea del hombre. Por eso, todos los colombianos, sin excepción alguna han de colaborar a construirla, rechazando toda forma de violencia, luchando contra la pobreza, el hambre, el desempleo, los conflictos armados, los secuestros de personas, el narcotráfico y la degradación de la naturaleza. Que el ejemplo del Padre Marianito os ayude a ser cada vez más conscientes de que la paz y el desarrollo integral y solidario deber marchar permanentemente unidos».

Juan Pablo II, con motivo de la
beatificación del Padre Marianito.

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Novena al Beato Marianito

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración para todos los días

Dios y Padre nuestro que haces salir el sol sobre malos y buenos y llover sobres justos e injustos. A ti que derramas tus dones de naturaleza y de gracia sobre todos tus hijos, te damos gracias por la vida y la santidad de beato Mariano de Jesús, quien vivió siempre según el Evangelio y acompañó durante largos años la comunidad cristiana de Angostura, con admirable sencillez y celo apostólico. Te rogamos que, por la intercesión de este siervo tuyo, podamos llevar siempre una vida santa, edificando el Reino de Dios acá en la tierra, para alcanzar un día los bienes eternos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Día…

Primero; Segundo; Tercero; Cuarto
Quinto; Sexto; Séptimo; Octavo; Noveno

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Día primero

Del santo Evangelio según san Mateo:

«Recorría Jesús toda Galilea, proclamando en las sinagogas la Buena Nueva del Reino. Viendo la muchedumbre que le seguía, subió al monte, se sentó y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra les enseñaba (Mt 4,23 - 5,1).

Para muchos, gracias al Señor, los de la niñez fueron tiempos de dicha. Es quizás la razón por la cual los adultos, cuando añoramos ser felices, quisiéramos regresar a la infancia.

Jesús, quien conocía ese instinto que todos sentimos hacia la felicidad, les presenta a sus discípulos un método eficaz para lograrla: El Sermón de la Montaña.

Pero nos desconcierta la propuesta de Cristo. Dice Jesús: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos». Sería más lógico afirmar: «Felices los que poseen muchos bienes, porque serán ricos aquí de cuerpo y alma».

Continúa el Señor: «Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra». Es más aceptable otra versión: «Dichosos los que se han adueñado de esta tierra, porque ellos no sufrirán nunca». El Maestro asegura: «Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados». Nosotros diríamos: «Felices los que siempre ríen, porque jamás necesitarán consuelo».

Cristo proclama: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados». Sería más comprensible: «Felices los que ya están saciados, porque no tendrán hambre y sed, ni siquiera de justicia».

El Maestro ha enseñado: «Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia». Nosotros quizás señalaríamos: «Felices aquellos, a quienes no interesa la misericordia, porque no tendrán que ayudar a nadie».

Añade el Evangelio: «Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios». Muchos de nosotros afirmamos: «Eso de ver a Dios no interesa. Así nada, ni nadie nos molestará la conciencia».

Agrega Cristo: «Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios». Pues mira, decimos nosotros: «Nada de infantilismos religiosos. A cada cual lo suyo. Y cada uno a defenderse».

Dice Jesús: «Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos». Lo nuestro suena así: «Lo importante es poseer este mundo. No vale incomodarse por causas perdidas».

Y mientras tanto, seguimos persiguiendo la felicidad durante las veinticuatro horas del día. Aunque jamás logramos alcanzarla.

Los santos han descubierto en el Sermón de la Montaña el camino seguro para ser felices aquí y en la vida eterna. Creyeron en la palabra de Jesús, Dios hecho hombre y conformaron su vida con el Evangelio.

Cuando la Iglesia declara la santidad de uno de su hijos, está diciendo que vivió un nivel superior de fe cristiana, haciendo realidad las Bienaventuranzas.

Así lo vemos en el beato Marianito. Día y noche en íntima unión con el Señor y al servicio de todos, supo reír con los niños, dar consuelo a los tristes. Sanaba a los enfermos y compartía sus escaso bienes con los pobres. Atraía con amabilidad a los pecadores.

Todo esto para imitar a Jesús, alcanzando un equilibrio humano en un esquema de humildad y de misericordia y luego la recompensa del cielo.

* * *

Oración comunitaria

Hermanos:

Como comunidad creyente, presentemos al Señor nuestras peticiones confiadas:

  • Para que todos los cristianos vivamos a plenitud el espíritu de las Bienaventuranzas por el amor a Dios y al prójimo, al servicio de los más necesitados.
  • Escúchanos, Señor.
  • Por cuantos se han extraviado en busca de una felicidad engañosa. Que descubran en el Evangelio el verdadero camino para una vida plena y feliz.
  • Escúchanos, Señor.
  • Por todos los que sufren en el cuerpo y en el alma. Ayúdalos a convertir su dolor en un amor que atraiga sobre el mundo las bendiciones del cielo.
  • Escúchanos, Señor.
  • Por aquellos que entregaron su vida a la injusticia y a la violencia. Que iluminados por el Señor y por la intercesión el beato Marianito, quieran construir una patria más hermosa y más feliz.
  • Escúchanos, Señor.
  • Por quienes predican el Evangelio entre nosotros y también en lejanas tierras, para que puedan llevar a muchos la Buena Noticia del amor de Dios.
  • Escúchanos, Señor.
  • Otras peticiones…
  • Escúchanos, Señor.

Todo esto, Dios de misericordia, te lo pedimos pro Jesucristo, tu Hijo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

* * *

Gozos

Porque el Señor se ha complacido
en tus virtudes y tus méritos:

Beato Padre Marianito,
oye, propicio, nuestro ruego.

Lumbre de Dios que se derrama
sobre el paisaje montañero
fue tu palabra bondadosa,
transfigurada en Evangelio;
danos vivir tus enseñanzas
según el código del Reino.

Beato Padre…

Tu corazón para los pobres
de par en par estuvo abierto:
No hubo miseria sin tu amparo,
ni hubo dolor sin tu remedio;
ven a sanar nuestro egoísmo
con la eficacia de tu ejemplo.

Beato Padre…

Fue la oración humilde y llana
de tus prodigios el secreto:
Huyó la plaga del sembrado,
reverdeció el árbol seco,
volvió la paz a los hogares
y la salud a los enfermos.

Beato Padre…

No olvidaremos tu voz sabia
que enseñó a amar los Mandamientos
y nos condujo de la mano,
hacia la reina de los Cielos;
hizo llover en el verano,
con su poder extinguió el fuego.

Beato Padre…

La devoción a Jesucristo
y de su altar el Sacramento
se hicieron mieles en tus labios,
para tus hijos alimento;
luzca otra vez bajo el rescoldo
la llama viva de tu celo.

Beato Padre…

Sobre esta patria destrozada
por el terror y el desaliento,
vierte semillas de esperanza,
que fortalezcan a tu pueblo
hacia una paz serena y firme,
en la justicia y el progreso.

Beato Padre…

Al manso ritmo de tus pasos,
vuelve a marcar nuestros senderos;
calma estas crueles tempestades
que nos impiden ver el puerto.
Y brotará de las cenizas
la plenitud de un mundo nuevo.

Beato Padre…

Porque el Señor se ha complacido
en tus virtudes y tus méritos:

Beato Padre Marianito,
oye, propicio, nuestro ruego.

Beatro Padre Marianito

* * *

Oración final

Señor Jesucristo, te damos gracias porque concediste a tu siervo Mariano de Jesús el don sagrado del sacerdocio ministerial, haciendo de él un pastor según tu corazón y adornándolo de excelentes virtudes; concédenos por su intercesión, que podamos imitarlo en el cumplimento fiel de nuestros deberes, para tu gloria y el bien de nuestros hermanos. Danos la gracia de una conversión sincera al Evangelio y así un día florezca en nuestra patria una paz justa y duradera, mediante la reconciliación de todos los colombianos. Además, te rogamos por los méritos del beato Marianito, que nos concedas… si es para tu mayor gloria y para nuestra salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(Pueden añadirse las letanías al Beato).

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Día segundo

Del santo Evangelio según san Mateo:

«Entonces Jesús, tomando la palabra, les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres de Espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3).

En muchas partes del Evangelio, se nos habla de los pobres. Y a quienes remedian sus necesidades los libros sapienciales prometen recompensas. Pero nadie había enseñado que la pobreza es un camino a la felicidad, como dice Jesús en el capítulo quinto de san Mateo.

Sin embargo, conviene distinguir entre pobreza material, o económica, y la pobreza enseñada por el Maestro. La primera equivale simplemente a la ausencia de bienes materiales. Y cuando es extrema se convierte en miseria, un mal verdadero, que nunca fue canonizado por Jesucristo.

En cambio, la pobreza evangélica quiere decir una actitud del alma por la cual colocamos nuestra confianza plena en el Señor. Así entendemos, que quienes poseen, aquí abajo, muchos bienes que les financian el presente y el futuro, tienen gran dificultad para abrir el corazón a Dios. Para sentirse entre sus brazos paternales.

De otra parte, cuando relativizamos los bienes de esta tierra, aprendemos a compartir generosamente con quienes no poseen. De allí que existan pobres en dinero que no viven la pobreza evangélica y a su vez, gentes con muchos bienes que han sido capaces de abrirse al misterio de Dios. De confiar en El, mientras se empeñan en sus tareas diarias. De otro lado conocemos personas tan pobres, tan pobres que únicamente tienen dinero.

Cuando Jesús llama felices a los pobres no está condenando los bienes materiales. Unicamente los señala, cuando no se los sabe administrar, como un lastre que nos impide la auténtica vida cristiana. Y además nos está asegurando su paternal solicitud, enseñándonos a ser austeros y generosos. Lo cual da garantía de una vida serena y orientada hacia los bienes definitivos y eternos.

Pero esta primera bienaventuranza de los pobres les promete el Reino de los Cielos. El cual Jesús explica en muchas de sus parábolas y discursos. El Reino es un modo de vivir y convivir donde todos compartimos fraternalmente. Donde todos vivamos los valores fundamentales del Evangelio. Donde se construye una sociedad justa y fraterna. Ese Reino hunde sus raíces acá en al tierra, pero solamente se perfecciona en la vida perdurable.

El Padre Marianito aprendió desde niño un Evangelio vivo, escuchado a sus padres y lo encarnó durante toda su vida. Por esto no ambicionó bienes de fortuna y supo servir generosamente a los necesitados a quienes llamaba «los nobles de Cristo».

La ambición desmedida ha engendrado entre nosotros la violencia y el odio. Muchos hermanos nuestros se han ido ciegamente hacia los bienes materiales, olvidando el camino del bien que enseña Jesucristo. Que el padre Marianito desde el cielo nos ayude a usar de tal manera la cosas temporales, que por ellas un día alcancemos las eternas.

* * *

Oración comunitaria

Hermanos:

Invoquemos a Dios nuestro Padre, quien con su bondad puede remediar todas nuestras necesidades:

  • Oremos por el Papa, los obispos, los sacerdotes, los padres de familia y todos aquellos que trabajan por el mejoramiento del mundo.
  • Señor, escucha nuestra plegaria.
  • Para que todos los cristianos vivamos a plenitud la pobreza evangélica, usando de modo racional y fraterno los bienes de esta tierra.
  • Señor, escucha nuestra plegaria.
  • Por los pobres, por aquellos que han sufrido reveses económicos y por quienes ahora no tienen trabajo. Que se esfuercen por remediar su situación, apoyados en la fuerza de Cristo.
  • Señor, escucha nuestra plegaria.
  • Por quienes poseen muchos bienes materiales. Que comprendan con la gracia de Dios, que no son dueños de ellos sino meramente administradores.
  • Señor, escucha nuestra plegaria.
  • Por todos cuando adoran al dios dinero y en su nombre, oprimen y maltratan a los hermanos. Que conviertan su corazón hacia el Dios único y verdadero.
  • Señor, escucha nuestra plegaria.
  • Por tantos cristianos que procuran vivir la pobreza evangélica en la vida consagrada. Que su testimonio convoque a muchos a vivir según el Evangelio.
  • Señor, escucha nuestra plegaria.
  • Otras peticiones…
  • Señor, escucha nuestra plegaria.

Atiende, Señor, los ruego de esta comunidad cristiana reunida en tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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Día tercero

Del santo Evangelio según san Mateo:

«Entonces Jesús les dijo: Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra» (Mt 5, 4).

Ayúdanos a vencer «la soberbia con la humildad, la ira con la paciencia». Así rogaba aquella oración tradicional, con la cual le pedíamos al Señor librarnos de los pecados capitales. Porque los cristianos hemos de ser pacientes, tolerantes, y amables con todos, sin que ello signifique ingenuidad o tontería.

Pero el mundo que nos ha tocado vivir respira por todas partes violencia. Naciones contra naciones, grupos contra grupos. Partidos, razas, entidades, todos ellos enfrentados a muerte. Aun los creyentes arman guerra entre sí por una y otra causa, dando una imagen pésima de su propia religión.

En cambio el Evangelio nos motiva a la mansedumbre. «Habéis oído que se dijo a los antiguos: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen para que seáis hijos de vuestro Padre celestial» ( Mt 5,43 - 45). Y en san Lucas leemos: «Al que te hiera en una mejilla preséntale la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica… Amad a vuestros enemigos; hacedles el bien y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos» (6, 29-35).

Cristo, a su vez, nos dio ejemplo de mansedumbre hacia aquellos que lo perseguían y en su muerte realizó aquella profecía: «Fue oprimido y él se humilló y no abrió la boca. Fue conducido como un cordero que es llevado a la muerte; tampoco él abrió la boca» (Isaías 53, 7).

Pero además Jesús había señalado que la mansedumbre da frutos de felicidad y nos hace dueños de esta tierra: «Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra» (Mateo 5, 4). Parece extraño, pero tiene mucho más poder el bien que el mal, la amabilidad que la fuerza.

El hombre manso es dueño de sí mismo, dispone de sus cosas con serenidad y avasalla también a los demás. El iracundo causa rechazo a quienes lo rodean y en su desasosiego, nunca tiene paz ni alegría.

En la vida del padre Marianito se cuenta que fue manso y humilde. «Con todos era respetuoso y amable, dice una de los testigos en su proceso de beatificación. Frente aquellos que lo incomodaban u ofendían no tuvo ímpetus de venganza». Supo sobrellevar con serenidad actitudes adversas y malos tratos de muchos. Aún dificultades con otros sacerdotes que lo hicieron sufrir.

Aprendemos así que el beato trató de vivir como nos enseñó Jesús de Nazaret. Ante su ejemplo, ayudados por la gracia de Dios, todos nosotros podemos esforzarnos en no herir a nadie, perdonando de corazón a quienes nos ofenden.

* * *

Oración comunitaria

Hermanos:

A Cristo, quien nos enseña a ser felices por medio del perdón y la bondad, pidámosle su Espíritu, para llegar a ser mansos y humildes de corazón:

  • Roguemos por el Papa, los obispos, los sacerdotes, todos los fieles. Que viviendo a profundidad el Evangelio, seamos siempre ejemplo de concordia y de paz.
  • Te lo pedimos, Señor.
  • Para que todos desterremos del corazón los odios, los resentimientos, las venganzas y nos entendemos por las vías del diálogo y de la mutua comprensión.
  • Te lo pedimos, Señor.
  • Por nuestros jóvenes. Roguemos al Señor que promuevan con esfuerzo la sinceridad y la justicia, y crezcan en la tolerancia y en la ayuda a las necesidades ajenas.
  • Te lo pedimos, Señor.
  • Por quienes han dedicado su vida a la violencia. Que el Señor los convierta al camino del bien por senderos de justicia y de paz.
  • Te lo pedimos, Señor.
  • Por nuestros gobernantes. Que, con la ayuda del Señor, promuevan el bien de todos, en especial de los más pobres para lograr la tranquilidad de nuestra patria.
  • Te lo pedimos, Señor.
  • Otras peticiones…
  • Te lo pedimos, Señor.

Mira, oh Señor, esta comunidad cristiana a la cual tu amas y por tu gran bondad, atiende favorablemente nuestras súplicas. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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Día cuarto

Del santo Evangelio según san Mateo:

«Y Jesús prosiguió: Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados» (Mt 5, 5).

Esta bienaventuranza se enmarca sobre uno de los salmos, que el pueblo escogido, lejos de su querida patria, dominado por un rey extranjero, rogaba a Dios remediara sus penas. Y Dios convirtió en risa sus lágrimas: «Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de canciones» (Sal 125, 2).

Jesús promete que cuantos saben llorar ante al mal propio y ajeno, serán luego felices.

Conviene aclarar que no se trata de un llanto físico, o de una actitud continua de lamento, impropia de quien confía en Dios. Los que lloran son todos aquellos que se duelen del mal moral o físico y, de algún modo, tratan de remediarlo. A estos Jesús asegura una alegría interior y una copiosa recompensa.

San Lucas dice en una forma más concreta: «Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis». (6, 2l). La risa, bien sabemos, es la expresión externa del contento y el gozo.

Los cristianos vivimos en un angustia continua, mientras el Reino de Dios, ese que pedimos a diario en el Padrenuestro, no llegue plenamente. Es una agonía, en el sentido original de la palabra, que equivale a lucha, deseo ardiente porque los valores del Evangelio sean conocidos y vividos por todos los hombres. Pero, a pesar de todo, vivimos alegres por al esperanza.

El Maestro nos prometió su Espíritu, quien nos explicaría todas las cosas y sería consuelo y fuerza en las dificultades (Jn 14,15).

San Pablo escribe que, hasta el día en que se realice plenamente el proyecto de Cristo, el mundo padecerá dolores de parto (Rm 8,22). Y el mismo Jesús señala que sus discípulos sufrirán aflicción, como la mujer cuando va a dar a luz, pero luego se llenarán de alegría: «También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar» (Jn 16,21,22).

La vida del Padre Marianito estuvo sembrada de cruces y de espinas. En su tiempo, la Iglesia tuvo que sufrir de los gobiernos anticlericales y ambiciosos. Igualmente algunas familias de Angostura le dieron la espalda y no faltó quien levantara falsos testimonios contra el celoso párroco. Padeció también la pobreza propia y la de sus feligreses y diversas enfermedades, entre ellas el cáncer que lo llevó a la a la tumba. Sin embargo, se mantuvo fiel al Señor y, según cuentan sus biógrafos, fue un hombre festivo y alegre que ahora goza de Dios en el Cielo.

Que nuestro querido beato nos ayude a vivir en ese interior, porque al compartir los dolores de Cristo, alcanzaremos los bienes eternos.

* * *

Oración comunitaria

Hermanos:

Recordemos los sufrimientos de Cristo, quien nos enseña a sufrir con la esperanza del gozo que Él mismo nos promete, y roguémosle que nos fortalezca en medio de las tribulaciones:

  • Por todos los fieles que dan testimonio del Evangelio en medio de persecuciones, cárceles y martirios.
  • Danos, Señor, la alegría de esperar en ti.
  • Por los enfermos, para que por la fe de la comunidad cristiana, comprendan que si su morada terrena se destruye, les aguarda una mansión eterna en los cielos.
  • Danos, Señor, la alegría de esperar en ti.
  • Por cuantos padecen a causa de la guerra, los secuestros y los desplazamientos forzosos.
  • Danos, Señor, la alegría de esperar en ti.
  • Por todos los que sufren hambre, falta de vivienda, desempleo, violación de sus derechos y toda clase de injusticias.
  • Danos, Señor, la alegría de esperar en ti.
  • Por cuantos llevamos a cuestas los efectos de nuestros errores y pecados. Haz, Señor, que volvamos a casa para gozar del abrazo del Padre misericordioso.
  • Danos, Señor, la alegría de esperar en ti.
  • Otras peticiones…
  • Danos, Señor, la alegría de esperar en ti.

Señor y Dios nuestro que entregaste a tu Hijo a la muerte en cruz, para resucitarlo al tercer día, escucha las súplicas de tu pueblo y haz que nuestros dolores, por los méritos del Señor Jesús, nos conduzcan un día los gozos del cielo. Por el mismo Cristo, nuestro Señor. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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Día quinto

Del santo Evangelio según san Mateo:

«Jesús les dijo: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados» ( Mt 5, 6).

Muchos años antes de Cristo, el profeta Amós escribió: «He aquí que vienen días, dice el Señor, en que yo mandaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yavéh» (Am 8,11-12).

Jesús pronunció el Sermón de la Montaña ante un variado auditorio, donde muchos tendrían en aquella ocasión, hambre y sed verdaderos. Lo entendemos en la transcripción de san Lucas: «Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados» (6,21).

Aunque Jesús no bendice estas carencias, nacidas muchas veces de nuestra indolencia. La intención del Señor es elevar la mente de sus discípulos a un hambre y una sed de su palabra, como dijo el profeta.

Por esto San Mateo nos habla de hambre y sed de justicia. Pero entendiendo la justicia, no como algo jurídico o penal, sino ante todo como la santidad, la bondad total del hombre. Este es el sentido que la Biblia da al término «justo».

Cuando deseamos todo esto, una bondad universal de pensamiento, palabra y obra, que reúna a todos los hombres alrededor de Cristo, no será en vano nuestro esfuerzo. Seremos saciados por el Señor.

Y aunque este proyecto total de Dios, no puede realizarse acá abajo sino en escasos grupos, en pequeños espacios, hemos de comprometer nuestras vida para hacerlo realidad.

Los cristianos, entonces, procuramos buscar a toda costa el Reino de Dios y su justicia. Sentimos por este ideal un hambre, y una sed que nos impiden darnos algún reposo, hasta que todos los hombres conozcan y amen a Jesucristo y así tengan vida en abundancia.

Ante un mundo, donde tantos hermanos luchan por una vida justa y feliz, en medio de enormes dificultades, los discípulos de Cristo somos los abanderados de esa causa. En el hogar, en la empresa, en la universidad, en todos los grupos humanos.

Este deber transforma la historia del mundo y gratifica a quienes con él se comprometen. Como el beato Marianito que, en épocas donde todavía no se hablaba de justicia social, se desvivió por los campesinos, los pobres, los más necesitados y gastó todas sus fuerzas para ayudarlos.

Roguemos al beato que haga brillar un día sobre el cielo de Colombia, esa paz que todos anhelamos. Una paz que es el fruto maduro de la justicia.

* * *

Oración comunitaria

Hermanos:

Dirijamos a Cristo nuestra plegaria, a Él que ha venido para que tengamos hambre y sed de un mundo más justo y humano, por la fuerza del Evangelio:

  • Roguemos por la Iglesia universal. Que ella como madre y maestra dé siempre ejemplo de servicio desinteresado a favor de todos los hombres, en especial de los que sufren pobreza y marginación.
  • Cristo Jesús, óyenos.
  • Roguemos por quienes tienen poder decisorio en nuestra sociedad. Que Dios los ilumine para defender, ante todo, los derechos de los más necesitados.
  • Cristo Jesús, óyenos.
  • Pidamos a Dios por cuantos trabajan en los Medios de Comunicación Social. Que con su palabra y su ejemplo, contribuyan eficazmente en la transformación del mundo.
  • Cristo Jesús, óyenos.
  • Por tantos cristianos egoístas, que nunca se han comprometido con la justicia y la paz. Para que despierten de su sueño y trabajen responsablemente en las construcción del Reino de Dios.
  • Cristo Jesús, óyenos.
  • Roguemos por la juventud. Que siga soñando con un mundo distinto, donde todos seamos hermanos y disfrutemos de modo igualitario de los bienes de esta tierra.
  • Cristo Jesús, óyenos.
  • Roguemos por todos aquellos que han dado su vida por los valores del Evangelio. Que desde el cielo, nos animen y fortalezcan para seguir padeciendo hambre y sed de salvación.
  • Cristo Jesús, óyenos.
  • Otras peticiones…
  • Cristo Jesús, óyenos.

Señor Jesucristo, Maestro de todos los hombres. Haz que bajo tu ejemplo nos comprometamos con la transformación del mundo, para lograr una sociedad más justa y más humana que glorifique siempre tu nombre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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Día sexto

Del santo Evangelio según san Mateo:

«Y Jesús añadió: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» ( Mt 5, 7).

Escribe un autor que la misericordia es un producto elaborado entre dos que se encuentran. El uno lleva sus miserias y el otro trae su corazón. Entre esos dos polos, positivo y negativo, salta la misericordia en busca de miserias de todo tipo, de cuerpo y de alma. Miserias personales y colectivas. Las de aquellos que se reconocen miserables. Las de otros que lo son, sin reconocerlo. De quienes se duelen por su propia indigencia o por la ajena. Y también por una miseria más trascendental, que es la falta de Dios.

En muchas partes del Antiguo Testamento se nos presenta a Dios como alguien rico en misericordia. Y además se alaba a quienes se compadecen de quienes sufren. Pero Jesús, fuera de darnos extraordinarios ejemplos de bondad hacia los necesitados, promete en el Sermón de la Montaña, a cuantos lo imitan copiosa recompensa: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia».

En aquella parábola de san Mateo, donde a un empleado se le perdona una gran deuda y luego él quiere ahorcar a un compañero por una escasa suma, el Maestro señala que el perdón que esperamos de Dios, exige que nosotros hayamos sido compasivos con nuestros hermanos.

Y cuando nos cuenta la historia del Buen Samaritano, explica que esa misericordia no puede quedarse en la teoría. Ha de ser práctica, viva, operante. Aquel viajero que halló a un hombre herido en su camino, no sólo tuvo compasión, sino que se acercó, vendó sus heridas, lo montó en su cabalgadura, lo llevó a una posada, cuidó de él y luego financió su convalecencia.

La primitiva Iglesia recogió devotamente aquella palabra del Evangelio donde se cuenta que Jesús, «al ver la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas sin pastor» (Mc 6, 34). Leemos en Los Hechos que, en las primeras comunidades todos estaban a disposición de los necesitados. «Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos» (Hch 2, 44).

Jesús nos invita a practicar la misericordia por medio de obras materiales, y también con ayudas espirituales para quienes las requieren.

Pero hay misericordias que humillan a quien la recibe. Y otras tantas que lo elevan y construyen. Por esta razón, cuando tendamos la mano al necesitado, hemos de hacerlo con amor y sencillez, sin nunca resaltar una posible superioridad sobre los otros.

El Padre Marianito vivió una larga vida, en el ejercicio de la caridad con todos, en especial con los campesinos, los pobres, los enfermos. Los visitaba y socorría continuamente, con los dineros parroquiales y aun con sus propios enseres hasta extremos increíbles.

Que él nos ayude desde el cielo a imitarlo, para que en el último día, el Señor nos examine con misericordia.

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Oración comunitaria

Hermanos:

Elevemos nuestras súplicas a Cristo, quien durante su vida mortal nos dio continuos ejemplos de amor y de misericordia:

  • Por la Iglesia santa de Dios, para que a ejemplo del buen samaritano, acompañe y remedie las necesidades de todos los hombres.
  • Señor, escucha nuestras peticiones.
  • Para que cuantos tratamos de ayudar a los pobres y a los necesitados, nos alegremos desde ahora con los bienes que el Señor nos promete.
  • Señor, escucha nuestras peticiones.
  • Por cuantos han dedicado sus vidas al ejercicio de la caridad. Dales tu fuerza, Señor, para que sean testimonio de generosidad ante el mundo.
  • Señor, escucha nuestras peticiones.
  • Por cuantos nos sentimos tentados de pereza y egoísmo. Enséñanos a compartir lo que somos y lo que tenemos con nuestros hermanos que sufren.
  • Señor, escucha nuestras peticiones.
  • Por los médicos, las enfermeras, los jefes de personal en las empresas, por quienes deciden en los temas económicos y sociales del país. Ilumina Señor su tarea para que siempre actúen según el Evangelio.
  • Señor, escucha nuestras peticiones.
  • Otras peticiones…
  • Señor, escucha nuestra peticiones.

Señor Jesucristo, que nos dejaste el mandamiento nuevo del amor y nos pides mantenernos en amistad contigo. Escucha cuanto te pedimos hoy y danos tu gracia, para vivir siempre como hijos tuyos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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Día séptimo

Del santo Evangelio según san Mateo:

«Y entonces Jesús dijo a la multitud: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios ( Mt 5, 8).

«No se ve bien sino con el corazón, nos dice un escritor. Lo esencial es invisible a los ojos». Y Jesús enseñó: «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios».

Los judíos cuidaban celosamente la pureza ritual, fruto de una serie de ceremonias y abluciones. Y en el caso de los leprosos, éstos no sólo padecían una enfermedad incurable, sino que eran inmundos ante el pueblo, que señalaba su mal como un castigo del cielo. Sin embargo, Jesús se acerca a ellos, lo cual estaba prohibido y aun los toca para sanarlos.

Porque para el Señor la verdadera impureza está en el corazón. De allí «proceden los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Eso es lo que mancha al hombre; comer sin lavarse las manos no mancha a nadie» (Mt 15, 19 - 20).

En esta bienaventuranza no se trata únicamente de pureza sexual, sino de todo aquello que nos aparta del Evangelio.

El cristiano entonces ha de llenar su interior de comprensión hacia el prójimo. De cariño, buenas intenciones, de proyectos que ayuden a los demás a levantarse. De acuerdo con san Pablo que nos dice: «El amor no actúa con bajeza. Nunca se alegra de lo injusto y siempre se complace en la verdad» (1 Co 13, 5-6).

A quienes mantengan limpio el corazón, el Maestro ha prometido la visión de Dios. En el Apocalipsis se asegura que en la vida del cielo, los vírgenes seguirán al Cordero, es decir a Cristo, donde quiera que El vaya. Sin embargo, los limpios de corazón pueden ver al Señor desde acá abajo. En otras palabras, descubren y comprenden todas la manifestaciones de Dios, en la sabiduría del universo, en cada uno de los maravillosos seres que El ha creado, en la historia de los hombres. En tantas obras buenas como realizan en el mundo quienes procuran vivir el Evangelio. San Juan de la Cruz lo entendió así, cuando nos dijo, hablando del Señor: «Mil gracias derramando pasó por estos sotos con premura y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura».

El Beato Padre Marianito fue ejemplo de sencillez y transparencia. Sacerdote según el corazón de Dios, de quien nadie recibió un mal ejemplo, pues su corazón era inocente y justo. De ahí su capacidad de descubrir los caminos del Señor en sus fieles. De allí los dones extraordinarios derramados sobre su persona, a favor de quienes lo buscaban.

Roguemos al beato Marianito que, desde el cielo, envíe sus bendiciones a este mundo manchado por el mal. Para que, limpios de tantos crímenes, podamos ver a Dios desde esta tierra y ser felices para siempre.

* * *

Oración comunitaria

Hermanos:

Jesús nos enseñó a pedir en su nombre todo lo que necesitamos. Dirijamos nuestra súplica al Padre de las Luces. Que con su ayuda podamos perseverar en la verdad y en el amor de Cristo:

  • Por el Papa, nuestros obispos y sacerdotes. Dales Señor una vida santa de pensamiento, palabra y obra, para que iluminen y guíen a tu pueblo.
  • Escúchanos, Padre de bondad.
  • Por todos nosotros: Purifica, Señor, nuestro corazón de toda soberbia, envidia y mala intención.
  • Escúchanos, Padre de bondad.
  • Por nuestros jóvenes. Que con la gracia del Señor sean limpios de cuerpo y de alma y así difundan el buen olor de Cristo, en la sociedad y en la Iglesia.
  • Escúchanos, Padre de bondad.
  • Por cuantos se han manchado con el alcoholismo, la droga, la violencia y tantos otros vicios. Que reconozcan en Cristo al que ha venido para purificarlos y darles la alegría de la salvación.
  • Escúchanos, Padre de bondad.
  • Por quienes buscan la perfección en la vida consagrada. Que, manteniendo limpio su corazón, puedan descubrir a Dios en todas partes y lo manifiesten con entusiasmo a los hermanos.
  • Escúchanos, Padre de bondad.
  • Otras peticiones…
  • Escúchanos, Padre de bondad.

Padre de los cielos: Creemos y sentimos tu amor paternal para todos. Danos ahora lo que te pedimos con tanta fe y esperanza. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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Día octavo

Del santo Evangelio según san Mateo:

«Jesús les dijo: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios ( Mt 5, 9).

Ante la ley judía que invitaba a amar al prójimo pero odiando al enemigo, Jesús presenta un nuevo mandamiento que amplía el amor, hasta alcanzar también a los enemigos. «Pero yo so digo, leemos en san Lucas, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rogad por los que os maltratan» (Lc 6,27).

La bienaventuranza de los pacíficos se refiere a cuantos cultivan la paz en su corazón. Pero también a aquellos que procuran ser promotores de esa paz.

El pueblo escogido, cuya historia jamás estuvo exenta de conflictos, aprendió a saludarse con una invocación a la paz: «Shalóm», (tengas paz) expresión que repiten hasta los niños pequeños, como nosotros decimos «Buenos días».

Con esta misma palabra el Maestro, una vez resucitado, saluda a sus asustados amigos: «La paz con vosotros» (Jn 20, 19). Y les asegura que El puede dar una paz invencible.

Para lograr la paz de Cristo, es necesario en primer lugar pacificar la propia conciencia, alejando de ella malos recuerdos y remordimientos. Jesús nos dejó el Sacramento de la Reconciliación que borra las culpas e inunda de paz el corazón. Pero desde el interior hemos de proyectar nuestra paz al hogar, al entorno social en que vivimos y enseguida a toda la tierra.

Sin embargo, no gozaremos la paz de Cristo si no proyectamos tolerancia y perdón. La primera consiste en respetar sinceramente las diferencias que identifican a nuestros prójimos. El segundo se logra cuando presentamos a Dios nuestras heridas y descubrimos que El perdonó primero que nosotros.

Ser hijos de Dios, la recompensa que Jesús promete a quienes construyen la paz, encierra toda la riqueza del Evangelio. Ya no seremos siervos, que únicamente obedecen al amo. Llegaremos a ser hijos, a pesar de nuestros pecados. Como aquel joven que, habiendo abandonado el hogar, regresó luego hambriento y necesitado. Y aunque sólo pedía ser un jornalero más, fue acogido como hijo, con todos los derechos.

El Beato Marianito fue un extraordinario hombre de paz. Tuvo el don de la reconciliación para las personas y las familias. Y el papa Juan Pablo II, el día de su beatificación, nos lo presenta «como un ejemplo para seguir trabajando por la paz y la reconciliación total en ese amado país»… « que este 9 de abril del año jubilar, señale el comienzo de una etapa en la que todos los colombianos construyan juntos la nueva Colombia, fundamentada en la paz, la justicia social y el amor fraterno».

* * *

Oración comunitaria

Hermanos:

Movidos por el Espíritu de Jesús, que nos enseña a amar la paz y a comprometer la vida con la construcción de un mundo más fraterno, elevemos a Dios nuestras súplicas:

  • Te rogamos, Señor, por nuestra patria y por todos los países del mundo que padecen en la injusticia y en la guerra. Dales tu luz, para que descubran caminos de transformación y de concordia.
  • Danos, Señor, tu gracia y tu paz.
  • Te pedimos, Señor, que ilumines a tu Iglesia en todos los países de la tierra. Que pueda anunciar día y noche un Evangelio capaz de transformar todos los corazones y los grupos humanos.
  • Danos, Señor, tu gracia y tu paz.
  • Te suplicamos, Padre Bueno, que purifiques nuestra vida de los rencores, los odios y los deseos de venganza, para poder servirte en serenidad y en alegría.
  • Danos, Señor, tu gracia y tu paz.
  • Que nuestros hogares sean siempre un recinto de paz, donde haya amor, paciencia y comprensión para todos.
  • Danos, Señor, tu gracia y tu paz.
  • Por cuantos dedican su inteligencia y sus recursos al odio y a la guerra. Conviértelos, Señor, en agentes de cambio para que sobre el mundo amanezca un nuevo día, bajo la luz del Evangelio.
  • Danos, Señor, tu gracia y tu paz.
  • Otras peticiones…
  • Danos, Señor, tu gracia y tu paz.

Acoge, Padre Santo, esta humilde oración de quienes hoy nos hemos reunido en nombre de Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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Día noveno

Del santo Evangelio según san Mateo:

«Y Jesús terminó diciéndoles: Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos» ( Mt 5, l0).

Durante su predicación, Jesús advierte a sus discípulos ocasiones que al seguirlo, no estarán exentos de peligros y persecuciones. «El mundo os odiará», les dice. El mundo en el lenguaje de Cristo son aquellas personas que están contra la verdad y la justicia. «Pero sabed que a mí me han odiado antes que a vosotros» (Jn 15,18).

Y en otra parte: «Seréis odiados por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin se salvará» (Mt 10,22).

Un anuncio que corresponde al Sermón de la Montaña: «Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos».

Conviene recordar que el Reino de Dios, o el Reino de los Cielos como expresa san Mateo, equivale a un estado de cosas donde toda la creación avance según los planes del Señor. Entonces cada hombre podrá lograr su ideal aquí en la tierra, y en consecuencia alcanzará el cielo.

En muchas de sus parábolas, el Maestro nos explicó ese Reino y la metodología por la cual podremos alcanzarlo.

Y al final de las Bienaventuranzas, Jesús promete ese Reino a quiénes padecen a causa de la justicia. Es decir a quienes renuncian aún con dolor, a otros bienes, para impulsar el proyecto de Jesús. En otras palabras, el Señor nos dice que ningún esfuerzo será vano, porque El dará eficacia a nuestra tarea.

Seremos recompensados, del mismo modo que el labrador, después de muchos soles y cansancios, se alegra en la cosecha. O como el estudiante, que ve transformados sus desvelos en una profesión lucrativa que lo realiza.

En la construcción del Reino, sin embargo, conviene tener presentes otros elementos: Como el respeto a los demás, los medios lícitos de lograr un objetivo, la convicción de que las cosas de Dios caminan a un ritmo menor que nuestra impaciencia.

La historia del beato Marianito nos cuenta las muchas penalidades que él padeció. En su época, la Iglesia fue perseguida y muchos sacerdotes tuvieron que esconderse en la montaña, para sobrevivir. Luego, en su ministerio parroquial, encontró también gentes de mala voluntad que le armaron guerra, haciéndole dificultoso su pastoreo. En tales circunstancias el beato mantuvo siempre serenidad y constancia en el bien obrar, defendiendo con amor a sus ovejas.

Que el Padre Marianito nos proteja en estos difíciles momentos. Y así podamos los discípulos de Cristo edificar el reino de Dios, a pesar de las sombras.

* * *

Oración comunitaria

Hermanos:

Conscientes de los obstáculos que se nos impiden el seguimiento de Cristo, imploremos la gracia del Señor para avanzar con seguridad y esperanza hacia los bienes que Él nos promete:

  • Por la Iglesia santa de Dios. Que ella presente la Buena noticia del Reino con claridad y mansedumbre, convocando a todas las naciones hacia la persona de Jesucristo, camino, verdad y vida.
  • Acompaña, Señor, a tu pueblo.
  • Por todos los hombres y mujeres, de todas las confesiones cristianas, que padecen por causa del Evangelio. Que la presencia de Cristo resucitado los fortalezca y los consuele en sus tribulaciones.
  • Acompaña, Señor, a tu pueblo.
  • Para que los discípulos de Cristo sepamos denunciar el error y la injusticia, sin dejar de anunciar los valores del Reino que el Maestro nos enseña.
  • Acompaña, Señor, a tu pueblo.
  • Por quienes padecen por no compartir la mentira, la corrupción, la opresión de los más débiles. Que se sientan amados por Dios y alienten la esperanza de la felicidad que El nos promete.
  • Acompaña, Señor, a tu pueblo.
  • Por nuestros jóvenes. Que ellos comprendan y valoren el compromiso cristiano, a pesar de las dificultades que encuentran para vivirlo diariamente.
  • Acompaña, Señor, a tu pueblo.
  • Otras peticiones…
  • Acompaña, Señor, a tu pueblo.

Concédenos, Dios de bondad, que en medio de este mundo de injusticia y de violencia podamos seguir construyendo una comunidad, donde seamos siempre un solo corazón y una sola alma, para tu gloria y el bien de los hermanos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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Letanías al Beato Mariano de Jesús

  • Señor: Ten piedad de nosotros.
  • Cristo: Ten piedad de nosotros.
  • Señor: Ten piedad de nosotros.
  • Cristo: Óyenos.
  • Cristo: Escúchanos.
  • Dios, Padre celestial: Ten piedad de nosotros.
  • Dios Hijo, Redentor del mundo: Ten piedad de nosotros.
  • Dios, Espíritu Santo: Ten piedad de nosotros.
  • Trinidad Santa que eres un solo Dios: Ten piedad de nosotros.
  • Santa María: Ruega por nosotros.
  • Santa María, madre de Dios y de la Iglesia: Ruega por nosotros.
  • Beato Padre Marianito: Ruega por nosotros.
  • Fiel discípulo de Jesús de Nazaret.
  • Hombre de una fe incomparable.
  • Cristiano de una inconmovible esperanza.
  • Ministro del Señor de admirable caridad.
  • Sacerdote según el corazón de Cristo.
  • Creyente de una profunda experiencia de Dios.
  • Ejemplo luminoso de servicio y solidaridad.
  • Poderoso defensor contra las fuerzas del mal.
  • Celoso maestro ante los errores y los vicios.
  • Esforzado pastor de todas tus ovejas.
  • Constante evangelizador de niños y de adultos.
  • Ferviente predicador de la Eucaristía y del Sagrado Corazón.
  • Afectuoso devoto de Nuestra Señora.
  • Paciente confesor que convertía a los pecadores.
  • Amigo fiel de todos sus fieles.
  • Hermano de los campesinos y de la gente sencilla.
  • Consolador de toda pena y angustia.
  • Catequista constante de la doctrina cristiana.
  • Centinela de la casa de Dios.
  • Poderoso intercesor por la paz de Colombia.
  • Imagen fiel de san Francisco de Asís.
  • Comprometido con los pobres, como san Vicente de Paúl.
  • Fiel imitador del santo Cura de Ars.
  • Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo: Perdónanos, Señor.
  • Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo: Escúchanos, Señor.
  • Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo: Ten piedad de nosotros.
  • Ruega por nosotros, beato Padre Marianito:

Para que seamos dignos de las
promesas de nuestro Señor Jesucristo.

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Oración

Oh, Dios, que diste a tu siervo el beato Marianito de Jesús Euse la gracia del sacerdocio ministerial y lo hiciste modelo de párrocos, dotándolo que admirables virtudes, especialmente de celo infatigable por tu gloria, de solicitud amorosa por los hermanos, de castidad probada, de espíritu de penitencia y desprendimiento de los bienes de la tierra; concédenos por su intercesión el favor que te pedimos…

Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

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Reseña histórica

Primogénito de los siete hijos de Pedro Euse —de ascendencia francesa— y Rosalía de Hoyos, el beato Marianito de Jesús Euse Hoyos nació en Yarumal (Antioquia - Colombia), el 14 de octubre de 1845.

Para esquivar el influjo de la escuela laica de entonces, Pedro y Rosalía prefirieron ser ellos mismos los maestros de sus hijos, educándolos en el temor de Dios.

Desde los diez y seis años, Mariano acompañó a su tío, el Padre Fermín de Hoyos, en las parroquias donde éste se desempeñaba, sirviendo como sacristán, mientras aprovechaba el tiempo libre para adelantar algunos estudios. Allí se aficionó a la oración personal y al trabajo.

En 1868, ingresa al seminario de Medellín, recién fundado. Entre sus condiscípulos se encontraron muchos que fueron luego honra de la Iglesia y de las letras, como el futuro presidente de Colombia don Marco Fidel Suárez.

A comienzos de 1870 es recibido como clérigo y el 14 de julio de 1872, ordenado presbítero por el obispo Valerio Antonio Jiménez, con quien lo unía algún parentesco.

Inicia su ministerio sacerdotal como vicario parroquial en varios lugares de la extensa diócesis. En marzo de 1876 llega a la población de Angostura, para ayudar al anciano párroco, el padre Rudesindo Correa, a quien cuidó con desvelo y dedicación. Después de una breve ausencia para servir en otras parroquias, regresa ya como cura en propiedad a la misma población, en la cual permaneció durante cuarenta y cinco años.

Con la gracia de Dios, supo sortear las dificultades de todo orden, que amenazaban su labor pastoral, como fueron las continuas guerras civiles y la persecución contra el clero. En sus manos florecieron numerosas obras materiales, y la vida espiritual de la parroquia no sólo se sostuvo, sino que adquirió tal pujanza, que todavía hoy se percibe.

Fue un celoso evangelizador con sus catequesis y pláticas doctrinales sencillas sobremanera. Sabía salpicarlas además con provechosas anécdotas, al alcance de sus oyentes.

Tuvo especiales cuidados de padre para con los niños. Profesó especial afecto a los campesinos, en cuyo ambiente se había levantado. Sentía y vivía todos sus problemas y trataba de solucionarlos.

Continuamente iba en busca de las ovejas descarriadas, por quienes oraba y hacía orar. Su ilimitada caridad no le consentía dejar miseria alguna sin remediar. Daba lo que tenía, hasta la propia ropa y su escaso pan diario. Hubo una época de gran penuria, a finales del siglo XIX, durante la cual repartía íntegras a los pobres —a quienes llamaba «los nobles de Cristo»— las ofrendas colectadas en la parroquia. No dudando para ello suspender los trabajos de construcción del actual templo, iniciado por él.

Miraba como propios los dolores ajenos; de ahí su solicitud por los enfermos. Acudía a todo los lugares, por distantes que fuera, de día o de noche en busca de los enfermos. A todos apoyaba ayudándolos con su cariño y con la administración de los Sacramentos.

Quebrantada su salud por los trabajos, los años y las penitencias, ya cercano a la muerte pidió ser confortado con la Eucaristía y la Unción, antes de perder el conocimiento. Cerca de la media noche del 12 de julio de 1926, murió en la mayor pobreza, pues hasta la ropa de cama era prestada por haberlo repartido todo entre los pobres. «Ya he vivido bastante. Ahora mi mayor deseo es ir a unirme con Jesús», fueron sus últimas palabras .

Muchos favores se cuentan del Padre Marianito durante su vida. Con su visita y una breve oración, sanó muchos enfermos, arregló muchos problemas familiares, protegió de catástrofes a su feligresía.

Todas estas circunstancias hicieron de él una copia del Santo Cura de Ars, realizada en el territorio colombiano. Y aunque el papa también ha beatificado a siete Hermanos Hospitalarios colombianos que dieron su vida por la fe durante la persecución española, el Padre Marianito es considerado como el primer colombiano, que vivió y murió entre nosotros, que llega a la gloria del Bernini, por una vida de caridad ejemplar.

Fue beatificado en Roma, por el papa
Juan Pablo II, el 9 de abril de 2000.

* * *

Cronología del Beato Marianito

1845 Nace en Yarumal (Ant.) el 14 de octubre. Es bautizado al día siguiente, por el párroco Julián Palacio.
1847 Recibe el sacramento de la Confirmación en Girardota (Ant.) el 22 de septiembre.
1869 El 3 de octubre ingresa al seminario de Medellín.
1870 Es admitido a la clericatura y recibe las Ordenes Menores que se usaban entonces.
1871 Es promovido al Subdiaconado y al Diaconado.
1872 Es ordenado presbítero en Medellín el 14 de julio, por monseñor Valerio Antonio Jiménez, primer obispo de Medellín y pariente suyo lejano.
1872 Vicario cooperador de San Pedro de los Milagros. Dos años más tarde es designado cura encargado, e inicia la construcción de la actual Basílica Menor.
1875 A finales de este año es nombrado Vicario cooperador de Yarumal.
1876 Pasa con el mismo cargo a Angostura, donde acompaña al anciano párroco, padre Rudesindo Correa.
1878 Párroco de Sabanalarga (Ant.).
1872 Párroco en propiedad de Angostura, hasta su muerte.
1926 Muere en Angostura, el 12 de julio y es sepultado al día siguiente en la capilla de El Carmen.
1936 El 11 de julio se traslada su cuerpo momificado al templo parroquial.
1964 El Padre Ignacio Yepes Yepes, de la diócesis de Santa Rosa de Osos, publica la «Vida del siervo de Dios, Mariano de Jesús Euse H.».
1980 El 10 de octubre se inicia en Roma la causa de beatificación.
1982 El 26 de mayo, el obispo diocesano de entonces, Monseñor Joaquín García Ordóñez, decreta: «Que en la Curia Episcopal de Santa Rosa de Osos se introduzca la causa de Beatificación del Siervo de Dios, Mariano de Jesús Euse Hoyos, párroco».
1990 El 3 de marzo, se proclama en Roma la heroicidad de las virtudes del Padre Marianito y se le empieza a llamar Venerable.
1999 El 26 de marzo es aceptada en Roma, como curación milagrosa y por intercesión del Padre Marianito la del Padre Rafael Vélez Saldarriaga, de la diócesis de Santa Rosa de Osos.
2000 Salen a luz pública «El Libro del admirable Padre Marianito, cura de Angostura», por el padre Emiro Jaramillo Cárdenas, y «El Padre Marianito» del padre Daniel Restrepo González. El 9 de abril es beatificado en Roma por S.S. Juan Pablo II, y proclamado como «Poderoso intercesor por la paz de Colombia».

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Medalla Beatro Padre Marianito

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