¿Papi, se te acabó el tema?
(Valores, fe)
- No, el de los valores es inagotable, y sobre todo nos faltan los más importantes.
-¿Cuáles?
- Los de actitud. Acudimos a ellos cuando nos enfrentamos al dolor, a la tragedia, a la desgracia, a la traición, la ingratitud, el fracaso, la vejez, la soledad, la muerte. En una palabra, al sufrimiento.
- ¡Uy! qué lista tan temible, ¿qué hacemos entonces?
- Si aún no los hemos perdido, echar mano de esos valores. El primero, definitivo e irremplazable es la fe. Fe en Dios, fe en uno mismo, fe en los demás, fe en nuestro país, fe en la vida.
- Papi…
-¿Qué?
- Las personas son las que tienen los valores. Pero ¿no los puede tener un país, una institución, un grupo, una familia, una empresa?
- Claro, Jorge. Son los pilares de una filosofía de la vida.
- ¿Y nuestro pueblo no ha perdido la fe?
- ¡Ni de fundas! Todavía hay gente que cree y conserva también esos otros valores de actitud que son: La esperanza, el coraje, la voluntad, la reciedumbre, el optimismo, la constancia, el esfuerzo, la paciencia, el empeño, la confianza y la capacidad de recuperación. Es la gente que, caída, se levanta.
-¿Puedo intervenir?
- Claro, mami.
- Cuando yo estaba pequeña, teníamos unos muñequitos. Se llamaban los monigotes. No existía el plástico, así que eran de celuloide. Un material transparente y quebradizo. Eran dos bolitas, una más pequeña encima de la otra y abajo tenían una plomada. De modo que los tirabas al suelo, se balanceaban pero se volvían a parar. De ellos me acuerdo, cuando tu papá habla del que se cae y se levanta.
- Sí, Jorge, hay una propiedad de ciertos metales que se llama «resiliencia». Es la capacidad de volver al punto de partida.
-¿Como un resorte?
- Sí, jovencito, y eso es lo que todos necesitamos: «resiliencia».
-¿Y la plomada?
- No hay sino una: La oración y la fe en un Dios que sigue habitando entre nosotros.